Llega un momento en la vida profesional de un diseñador, publicista, artistoide o simplemente, persona que maneja un software de imagen en el que te enfrentas a tu mayor demonio, la invitación de bodas. Consiste básicamente en que dos personas, al límite del colapso nervioso y generalmente amigos, quieren proclamar su unión a los 4 vientos con algo original y resultón.
Muchas veces, los nervios hacen que este trabajo se convierta en el marrón más grande de la historia, con resultados insatisfactorios por ambas partes (que conste que nunca ha sido el caso, nos lo han contado)
No ha sido así con nuestra profe de inglés y querida amiga Betty, a parte de traductora oficial y confidente. Sin la cual ya nos habrían descerrajado un tiro en cualquier callejuela del Bronx puesto que lo único que sabíamos decir era “yoyoyomadefoca, niga, etc” Betty nos llevó por el buen camino, aprendimos que Minessota, se dice “minesouda” y Lincoln “linkin” entre muchas otras cosas.
Bueno que no me enrollo, Beth, yanki de pura cepa, se casa con Juanjo, caballero toledano. Nos pidió un detalle que pudiesen entregar a la familia, con la palabra mágica: “libertad total”. Charlando con él, nos comentó que su padre cuando conoció a su futura nuera en el pueblecito en el que vive, lejos de asombrarse exclamó: “todo está escrito”…
Con esa idea nos fuimos a la Cuesta de Moyano para rescatar viejos libros y ediciones. Una serigrafía en el taller recordará a los invitados que cuando alguien se junta, nace siempre una buena historia, ahora se tienen que dar chicha y no dejar de escribir.